Documentos FELABAN No. 42: El rol de los bonos temáticos en América Latina en la transición climática

Al cierre del primer trimestre de 2020, el surgimiento de la pandemia alteró las prioridades de todos los gobiernos a nivel global, y ello impactó negativamente los esfuerzos dirigidos a abordar las finanzas climáticas internacionales. Si bien la declaratoria de pandemia y muchas decisiones asociadas a controlar su avance (confinamientos, restricciones en la movilidad y cierre de fronteras, entre otros) dieron un respiro al medio ambiente, los avances en los planes nacionales de vacunación a nivel mundial, sumado a un mayor conocimiento del virus COVID-19, han permitido recuperar gradualmente los niveles de actividad económica vistos en el año 2019. Infortunadamente, dicha reactivación – por lo general – está asociada a mayores niveles de emisiones de gases invernadero que, aunque varían entre latitudes geográficas y sectores económicos, hacen parte de una problemática global común. Por esta razón, en el contexto actual denominado comúnmente como pos-pandemia, se hace necesario abordar la crisis climática y la crisis derivada de la pandemia simultáneamente.

Y, en dicho sentido, los bonos temáticos – de los cuales los más conocidos son los bonos verdes – se posicionan como alternativa clave para abordar simultáneamente dichas problemáticas. Es un mercado para incentivar, explotar y mejorar para tener en cuenta tanto en lucha contra el cambio climático, como para desarrollar los mercados de capitales domésticos. ¿Qué acciones conjuntas debemos tener presente? Hacia 2010, la Convención Marco de las Naciones Unidades contra el Cambio Climático anunció que sus estados Miembro llegaron a un acuerdo para comprometer conjuntamente recursos financieros que ascienden a USD 100 billones anuales, desde la fecha de su suscripción hasta el año 2020.

Ante el tamaño de dicho compromiso, se acordó que las fuentes de financiación provendrían de una amplia variedad de fuentes, que incluyen recursos de los sectores público, privado, bilateral y multilateral, y que por supuesto no solo modificarían no solo el flujo de los recursos hasta entonces destinados para tal fin, también permitirían el surgimiento de fuentes de financiación no tradicionales para apoyar y/o complementar las acciones climáticas de los países (especialmente de aquellos emergentes) con miras a aumentar su resiliencia climática. Ahora bien, debe tenerse en cuenta que en dicho acuerdo no se establecieron métricas con relación a la proporción del origen de los recursos, sectores involucrados en la financiación de los recursos, ni los instrumentos financieros a ser considerados en dicha iniciativa. Sin embargo, dada la magnitud de los compromisos allí adquiridos, es posible afirmar que los resultados obtenidos han sido dignos de resaltar. Datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) indican que la financiación climática movilizada desde países de altos ingresos hacia países de ingresos medios ascendió a USD 79,6 billones al cierre del año 2019, cifra ligeramente superior a aquella registrada en 2018 (USD 78,3 billones) graciasa un ligero repunte por parte dela financiación provista por entidades multilaterales.

De hecho, esta cifra es notoriamente superior a la reportada por esta misma entidad en el 2013, año en el cual se registró un total de compromisos financieros climáticos cercano a USD 52,4 billones. Aunque los datos correspondientes al año 2020 podrían conocerse durante el año en curso, la misma OECD es enfática al afirmar que difícilmente pueda lograrse la meta de USD 100 billones al cierre de dicho año. Sin embargo, dada la inclusión de nuevos compromisos financieros a partir del año 2019, “es muy probable que se alcance la cifra de USD 100 billones hacia el año 2023“. ¿Cuál es el rol del sector privado en la financiación de esta transición climática? Las cifras requeridas para abordar la problemática derivada del cambio climático no son menores, y requieren esfuerzos de todos los estamentos de la sociedad.

De hecho, ante tales magnitudes, no es realista pensar que dicho monto debe ser cubierto exclusivamente por el sector público de cada país: ni en el escenario macroeconómico más optimista sería viable considerar esta posibilidad. Es por ello que el rol del sector financiero privado en general, y del sector bancario en particular, es clave para facilitar el flujo de recursos hacia proyectos de inversión y financiación cuyo impacto medioambiental sea positivo y de carácter permanente. Al respecto, cálculos de International Finance Corporation (IFC) sugieren que existen oportunidades de inversión y financiación climática, por parte del sector bancario de 21 países emergentes, por un monto cercano a USD 23 trillones durante la próxima década. Al mismo tiempo, se estima que el saldo de cartera bancaria asignada a proyectos de financiación climática podría ascender hasta el 30% al cierre del año 2030 (desde el 7% estimado en el año 2016). A pesar que los bancos en mercados emergentes (de los cuales aquellos latinoamericanos no son excepción) se han caracterizado por estructurar y ofrecer al mercado soluciones crediticias destinadas a tal fin, y cuya acogida es cada vez mayor, hay que tener en cuenta que no deben pensarse como la única fuente de financiación.

¿Cuál es el panorama de la emisión de bonos temáticos a nivel mundial? De hecho, “el mercado de renta fija no solo cuenta con una amplia capacidad de financiar este tipo de acciones climáticas, sino que en la actualidad luce subutilizado” . En noviembre de 2008, el Banco Mundial se convirtió en la primera entidad en emitir un bono verde, y cuyos recursos fueron destinados a la financiación de variados proyectos relacionados con el clima. A partir de allí, la emisión de bonos verdes se ha caracterizado por su gran dinamismo y por el creciente apetito que muestran inversionistas de diferentes sectores en este tipo de instrumentos financieros. Concretamente, cifras de Climate Bonds Inititative (CBI) muestran que el año 2021 fue clave para el mercado de bonos verdes, al cerrar dicho año en un poco más de medio trillón de dólares (USD 517,4 billones). Esta cifra aumenta a USD 646 billones si se considera la totalidad de emisiones de bonos sociales y sostenibles (social and sustainability-linked bonds – SLBs), y que a su vez creció 50% interanual en comparación con 2019 (USD 434,5 billones).

De hecho, el mercado global de bonos verdes ha crecido anualmente a una tasa promedio de 50%, y por ello, CBI espera que las emisiones de este tipo de instrumentos al cierre de 2022 totalicen USD 1 trillón y que, inclusive, hacia 2025 dicha cifra ascienda a los USD 5 trillones. Estamos, por tanto, ante un indicador clave que refuerza la complementariedad de este tipo de financiación para proyectos ambientalmente sostenibles ¿Cómo se posiciona América Latina en esta tendencia global? Los prospectos en cuanto a financiación de este tipo de proyectos en América Latina son altamente alentadores. Datos de CBI muestran que la emisión de bonos verdes, sociales y sostenibles en la región con corte a junio de 2021 totalizó USD 48,6 billones – de los cuales USD 30,2 billones correspondieron a bonos verdes, cifra que aumentó 122% en comparación con septiembre de 2019. En otras palabras, la emisión de este tipo de instrumentos financieros en América Latina se duplicó en un lapso inferior a dos años lo cual es una excelente noticia para los mercados y para los temas climáticos.

En virtud del tamaño de sus sectores financiero y de valores, Brasil, Chile y México explican cerca del 77% de las emisiones de bonos verdes a junio del año pasado. No obstante, y en línea con la tendencia global, se evidencia una mayor atomización entre países, entre entidades emisoras y entre tipos de inversionistas, lo cual deja entrever una liberación de potencial en este subsegmento del mercado de renta fija regional. Inclusive, en junio de 2021, Chile se convirtió en el primer país de la región en emitir bonos verdes soberanos, al haber adjudicado un bono soberano bajo esta denominación por un valor cercano a USD 2.110 millones, y que se caracterizó por una sobredemanda de 3,1 veces del monto inicial y un récord de adjudicatura a inversionistas extranjeros del 48% del total.

Tres meses después, Colombia se sumó a esta tendencia y se convirtió en el segundo país de la región en emitir bonos verdes soberanos (y primero en realizar una emisión de este tipo en moneda local) por un valor de COP 750.000 millones, y con una sobredemanda de 4,6 veces el monto inicialmente ofertado. Con relación al sector bancario latinoamericano, no son pocos los casos de éxito. En el año 2016, Bancolombia se convirtió en el primer banco privado de la región en emitir bonos verdes, al completar una emisión exitosa por COP 350.000 millones (alrededor de USD 115 millones), que fue adquirida en su totalidad por IFC, y cuyos recursos fueron destinados a proyectos de energía renovable y construcción sostenible en Colombia . A partir de allí, marcas latinoamericanas tales como Banco Pichincha (Ecuador), Banco Galicia (Argentina), Banco Itaú (Brasil), Banco de Chile, Banamex (México) y Banistmo (Panamá), entre muchos otros, entraron al mercado de emisiones temáticas de manera muy activa. Sin embargo, desde FELABAN consideramos que el crédito bancario seguirá constituyéndose como un factor clave en la región, ya que en no pocos países de la región sus mercados de capitales tienden a ser pequeños y de sofisticación limitada. La buena noticia es que los bonos temáticos son una oportunidad clave no solo para darle profundidad a sus mercados de capitales, sino también para complementar sus esfuerzos en el frente de finanzas climáticas.

Nuevos instrumentos para los inversionistas, nuevas alternativas de productos que generen rentabilidad para los emisores y financiamiento fresco para muchos proyectos. El aumento en la cantidad de emisiones, la diversidad de sectores financiados, y el mayor apetito del sector privado por estos títulos valores, seguramente impulsarán el dinamismo de estas inversiones en el corto y mediano plazo. Por supuesto, debe mantenerse un ojo vigilante en el entorno macroeconómico actual, caracterizado por su alta volatilidad y propensión a modificar algunos prospectos de emisión. Si bien aún subsisten brechas en la financiación de proyectos ambientalmente sostenibles, es posible afirmar que el sector financiero latinoamericano cuenta no solo con la capacidad, sino también con la disposición y el compromiso de aportar a transición climática en los años por venir. ¿Cómo estamos abordando los retos que enfrenta la banca latinoamericana?

Ahora bien, las inmensas oportunidades que reviste el desarrollo y la profundización del mercado de bonos temáticos en la región trae asociados una serie de retos por abordar.

Uno de los retos clave radica en la ausencia de taxonomías detalladas para bonos temáticos. En este contexto, una taxonomía puede entenderse como un sistema de clasificación de acciones, actividades y proyectos encaminados a facilitar la identificación y clasificación de proyectos dentro de ciertas subcategorías (ambientales, sociales, de gobierno corporativo, entre otros), de manera tal que todas las partes involucradas en un proceso de emisión de bonos temáticos (inversionistas, emisores, evaluadores y aseguradores, entre otros) cuenten con información completa para tomar sus decisiones de inversión o de financiación en este frente.

Al respecto, FELABAN, desde su rol de co-líder global del Grupo de Trabajo de Instrumentos Financieros Sostenibles en la Red de Banca y Finanzas Sostenibles (SBFN, por sus siglas en inglés) de IFC, ha venido trabajando junto con las asociaciones bancarias de la región tanto en la captura de experiencias e iniciativas en el desarrollo de taxonomías nacionales para finanzas sostenibles, como en la identificación de casos de éxito y de posibles mejores prácticas que puedan extrapolarse a los demás países en la región, con el doble fin de promover la movilización de flujos financieros hacia este tipo de actividades y promover el desarrollo de este naciente mercado en la región.

La demanda y dinamismo de instrumentos financieros dirigidos a financiar la transición climática y apalancar el desarrollo y la reactivación económica de América Latina se encuentra en boga, y hacia ese destino se encuentra trabajando el sector bancario regional desde ya.

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