El pasado 14 de junio de 2020, el Presidente de Francia – Emanuel Macron – en una alocución en directo para la nación mencionó que su país debía buscar una mayor “independencia” económica una vez pase la crisis de la pandemia. Para tirios y troyanos esta afirmación ha sido un llamado a una mayor importancia relativa de la producción nacional y una menor dependencia de los productos extranjeros. Este anuncio es una muestra, un botón, de los vientos de proteccionismo que soplan por estos tiempos, cuyas consecuencias aún son insospechadas para la próxima década. El fin de la era de oro de la globalización Desde comienzos de siglo, con las protestas de Seattle (2001) por los acuerdos de desgravación comercial, muchos grupos políticos se han mostrado contrarios al proceso de integración comercial mundial. En los años 2008 y 2009, con la crisis financiera internacional, se produjo una retirada estratégica de muchas marcas financieras internacionales de los mercados emergentes y allí se dieron pasos menos globalizadores. Posterior a los años de la crisis, el comercio mundial sufrió una retracción que muchos en el idioma inglés denominaron “slowbalization”.
Los flujos de comercio mundial por ejemplo de exportaciones de bienes y servicios presentaron una reducción en su dinámica. Mientras que en el período 2005-2007 el mismo crecía a tasas promedio del 16.4%, entre el período 2010-2015 el comercio tan solo lo hizo a tasas cercanas al 1.56% promedio anual. Varias hipótesis acompañaron el momento. Una mayor especialización tanto de la producción y del consumo a nivel mundial, una menor reducción relativa de los costos de transporte, y una mayor importancia del renglón servicios (muchos no transables) en la producción mundial, parecen ser algunas de las explicaciones. Otro factor que no puede pasar desapercibido es el hecho de que China, otrora un motor de la economía mundial y comprador de materias primas, pasó a buscar una mayor “autosuficiencia” como parte de las políticas promovidas por Xi-Jinping en 2018; una palabra que no se usaba desde los tiempos de planificación central en los años 60 con el dirigente Mao Zedong. La guerra comercial entre China y Estados Unidos ha sido un episodio que escaló los nubarrones y tempestades para el barco de la globalización. Elevación de aranceles, cuotas de importación, restricciones cuantitativas, renegociaciones de acuerdos (NAFTA por ejemplo), repatriaciones de capitales y mayores niveles de tributación a compañías específicas (entre otros) son temas que elevaron la tensión, generaron incertidumbre en los mercados, y redujeron la inversión extranjera directa; de hecho, la inversión directa de China en Estados Unidos y Europa cayó un -73% en 2019. Hechos como el Brexit y las tensiones comerciales Reino Unido versus Europa, son algunos factores que han marcado las tendencias recientes.